Nuestra lucha no se trata de una mera elección estrecha entre opciones electorales dentro del actual régimen, sino de apostar por formas de organización económica y espiritual, cualitativamente superiores a la civilización burguesa, donde se garantiza la emancipación del proletariado y la democracia real. Es la lucha popular por la conquista de la civilización socialista, partiendo del estudio científico de las bases materiales que lo posibilitan y con el objetivo último del comunismo.

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29 de agosto de 2006

"El Contrarrevolucionario"; artículo del camarada William E. Izarra:



William E. Izarra

En la coyuntura electoral para la búsqueda de los 10 millones de conciencias tenemos que conocer a los contrarrevolucionarios. Quienes se ubican en la oposición al Proceso Bolivariano son, por racionalidad política y existencial, contrarrevolucionarios. Pero, aún así, tenemos que caracterizarlos, definirlos bien, para diferenciar su acción contraria a la revolución. Los que organizan la campaña en contra de Hugo Chávez son contrarrevolucionarios. Aunque, sinceremos la situación, muchos de ellos ya han tomado posiciones de mando dentro de las estructuras del Estado. Eso es peligroso para la reelección del Presidente y crítico para el avance el Proceso. Por eso es que tenemos que asumir posturas políticas muy claras, ponderadas, densas, contundentes, a fin de neutralizar a quienes se enrolan en el saboteo del avance sostenido y sustentable de la revolución venezolana. Hoy, más que nunca, debemos cuidar, proteger, salvaguardar nuestro Proceso.

Para buscar los 10 millones de votos y captar lo máximo que cada uno de nosotros pueda lograr, respondamos estas preguntas: ¿Cómo identificamos a los contrarrevolucionarios? ¿Cómo los diferenciamos de los auténticos revolucionarios? Digo yo, muy fácil. Antes que nada comprobemos las raíces políticas de ese elemento. Cuál ha sido su pasado más reciente. Si viene de la IV República y se pasó al chavismo, y ahora pregona el amor a la Revolución cuando antes condenaba el 4F, tendremos que someterlo al exámen del espíritu revolucionario. Pero también hay que examinar a quienes, mimetizados, se autoproclaman revolucionarios de siempre. En ambos casos, hay que evaluar su gestión partiendo de los rasgos que caracterizan a la contrarrevolución para saber si realmente su sangre es revolucionaria.

La contrarrevolución es la gestión archienemiga de la revolución. Son polos opuestos, antagónicos, contrarios. Se repelen. El método de la contra-revolución se sustenta en la acción cupular, sostenedora de la estructura establecida por la democracia representativa. El agente de la contra-revolución no se detiene a aplicar los mandatos constitucionales para transferirle el poder al pueblo. Por el contrario, y como una justificación a su manipulado apego a las normas que busca implantar la V República, ejecuta arreglos débiles a la legislación reformista para que no cambie nada. Su objetivo es usufructuar el poder y así acaparar beneficios para sí mismo y para los suyos, dejando solo migajas, lo residual, lo insignificante, para el colectivo.

El agente contrarrevolucionario es portador de la cultura neoliberal capitalista. Consciente o inconscientemente asume la racionalidad del capital, basado en leyes de la acumulación y el beneficio, como la base de su gestión. Se acopla a la cultura social que engendran esas leyes, las cuales no buscan cambiar la estructura sino mantenerla. Por eso la acción de mando es solo reforma, reparos inocuos, sin cambio estructural. Por lo tanto, la acción reformista que emprende es generadora de alienación. Busca mantener la estructura heredada del puntofijismo, contribuyendo a que el colectivo pierda su conciencia crítica. Que no sepa que el poder es del pueblo, porque se vería obligado a entregarle el mando. Contrariamente a la leyes revolucionarias, el contrarrevolucionario engendra el clientelismo para que el pueblo no se ilustre, no cultive su capacidad de análisis creativo, sino que mantenga su nivel de pasividad y tolerancia. Que se conforme con los bienes materiales que se le dan, por la vía del clientelismo, para satisfacer sus necesidades mínimas pero nunca capacitarlo para que asuma la dirección de la sociedad. Para que dirija la República.

Para el agente contrarrevolucionario, el pueblo no es un fin sino un medio. Su objetivo es satisfacer sus propias expectativas de poder y alcanzar riquezas individuales, haciendo uso de ese pueblo. No es su meta crear nuevas leyes que eliminen el clientelismo, ni fomenten la transferencia del poder al pueblo, ni que el gobierno sea instrumento de ese pueblo. El contrarrevolucionario es reformista. No rinde cuentas. No apoya el libre ejercicio de los Consejos Comunales ni que la comunidad ejerza la Contraloría Social, ni mucho menos sustentar la toma de decisiones bajo el método de las asambleas de ciudadanos. El contrarrevolucionario no entiende que ya es hora de que los partidos políticos cambien su estructura y bajen a las asambleas populares para escoger a sus autoridades. El contra-revolucionario no quiere trabajar por el cambio del Estado. No quiere que el pueblo sea quien tenga el poder. El contrarrevolucionario es un oportunista. Defiende al Presidente por conveniencia. No sigue la prédica de Hugo Chávez de fomentar el poder popular, ni atender a los excluidos y desposeídos. Por todo esto, después de reflexionar al respecto y sacar sus propias conclusiones, el pueblo tiene ahora que saber quienes son los contrarrevolucionarios. Tenerlos en la mira para que el Comando de Campaña Miranda en esta coyuntura y las organizaciones de base después, no se dejen meter gato por liebre.

izarraw@cantv.net