Nuestra lucha no se trata de una mera elección estrecha entre opciones electorales dentro del actual régimen, sino de apostar por formas de organización económica y espiritual, cualitativamente superiores a la civilización burguesa, donde se garantiza la emancipación del proletariado y la democracia real. Es la lucha popular por la conquista de la civilización socialista, partiendo del estudio científico de las bases materiales que lo posibilitan y con el objetivo último del comunismo.

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10 de septiembre de 2006

Breve reseña del libro “El problema nacional judío. Judaísmo versus sionismo”, de José Antonio Egido


Antonio J. Torres, “Antón”


Los judíos y el mito de Israel


La edición en este año por parte de “El Viejo Topo” del libro “El problema nacional judío. Judaísmo versus Sionismo” del sociólogo José Antonio Egido no ha podido ser más oportuna. La brutal agresión del Estado sionista de Israel al Líbano ha hecho que este libro sea de obligada lectura para todo aquel que pretenda comprender qué está pasando ahora en Oriente Medio, pero también para entender los conceptos claves de la historia de los judíos y su relación con el actual Estado de Israel.

Si del Fútbol Club Barcelona se suele decir que es más que un club, del judaísmo se puede decir que ha sido y es algo más que una religión, pero, ¿son los judíos una nación? La respuesta a esta pregunta suscitó en el pasado, especialmente a finales del XIX y principios del siglo XX, una intensa polémica, sobre todo, en el seno del movimiento socialista, donde los judíos tuvieron históricamente, empezando por Marx, un gran protagonismo. Como nos recuerda José Antonio, los obreros judíos constituyeron una base importante en la formación de los primeros partidos obreros y socialistas, muy especialmente en Alemania y el Este europeo, donde las revoluciones democrático-burguesas, que en la Europa occidental concedieron ciertos derechos formales a los judíos y donde éstos también jugaron un papel importante en las luchas democráticas, lucieron por su ausencia, y donde la persecución al judío era el pan nuestro de cada día, como en la Rusia zarista. José Antonio, acertadamente, nos destaca el papel fundamental de numerosos judíos revolucionarios y socialistas, por ejemplo, en la Revolución de Octubre de 1917 en Rusia. Con el nacimiento de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), en el Extremo Oriente soviético se crearía una República Socialista Autónoma de los Judíos, lo que se conoció como la República Autónoma de los Hebreos de Birobidjan. Sin embargo, en 1949, la URSS cometería el grave error de reconocer internacionalmente al engendro colonial del Estado de Israel, otro asunto polémico donde los haya, y pocas veces tratado por el movimiento comunista internacional.

Para la mentalidad cristiana feudal europea, ya fuera católica, protestante u ortodoxa, el judío era la encarnación del mal; ellos mataron a Jesús y por eso debían ser rechazados y marginados. La España medieval fue un buen ejemplo de ello, solo en Al Andalus y en el Reino de Navarra los judíos pudieron vivir en paz e incluso gozar de cierto reconocimiento social, como así ocurrió en Al Andalus, a pesar de ciertos episodios negros.


Los judíos

Pero volvamos a la pregunta de la polémica, ¿son los judíos una nación? Como se nos cuenta en este libro, en 1870 un periódico religioso judío alemán “Israelet” afirmaba: “Nosotros, judíos alemanes, somos alemanes, nada más”. Por tanto, en principio, debemos separar la práctica de una religión determinada, en este caso, la judía, y el sentimiento o la pertenencia nacional. Esta separación entre práctica religiosa y sentimiento o pertenencia nacional que parece tan clara y evidente se ha visto a lo largo de la historia muy enturbiada y casi desdibujada, debido fundamentalmente a las persecuciones de las que los judíos fueron víctimas en la Europa del Este, y posteriormente, en la Alemania nazi y la II Guerra Mundial con la “solución final”; y por otro lado, debido también al sionismo, es decir, a la afirmación de que todos los judíos del mundo pertenecen a la misma nación, sean del país que sean, solo por el hecho de practicar la misma religión, y deben fundar su Estado nacional en la mítica Israel.

Es evidente que las persecuciones crearon un sentimiento identitario, y muchas veces diferenciado, entre los practicantes de la religión judía dentro de una nación determinada. Por otro lado, como nos señala el propio José Antonio: “Los sionistas se basan en el mito del retorno en la presunta continuidad histórica entre los hebreos bíblicos y los judíos actuales. La realidad era que los sionistas originarios eran europeos y, como señala Thomas Kierman, no existe absolutamente ningún vínculo biológico o antropológico entre los antepasados de los judíos de Europa y las antiguas tribus de los hebreos”. El sionismo es pues una concepción exclusiva de la burguesía judía europea, un nacionalismo burgués en toda regla, con unos intereses de clase determinados y concretos. Por eso, no nos debe extrañar que el sionismo no dudase en colaborar con los nazis, por ejemplo, el 21 de junio de 1933, la Unión Sionista de Alemania propuso al Partido Nazi “honradas relaciones de lealtad entre los judíos con conciencia de grupo y el Estado alemán”, o las relaciones del sionista terrorista Menahen Begin con la Italia fascista de Mussolini, etc.; el colaboracionismo de la burguesía judía con el nazifascismo está bien documentada, por ejemplo en los Judenrat (Consejos Judíos). Nazis y sionistas coincidieron en el exterminio de los judíos progresistas y revolucionarios, o simplemente pobres, y en la creación del Estado de Israel.

Por tanto, los judíos no pueden ser considerados como un hecho nacional, otro ejemplo, ¿qué tiene en común un judío sefardita del Norte de África con un judío norteamericano de Nueva York? Solo practicar la misma religión, nada más. Los creyentes del judaísmo en el mundo están muy lejos de constituir un todo homogéneo y coherente.

En este sentido, José Antonio, distingue entre aquellos lugares donde los judíos formaban parte integrante no diferenciada de la nación, y aquellos donde gracias a la persecución cristiana feudal constituían núcleos diferenciados.


El mito de Israel

Ciertamente, Israel es un mito, pero un mito que se ha hecho realidad. La Israel bíblica fue producto de la escisión en dos del Reino del mítico caudillo de la tribu hebrea de los Judá, David. El otro reino fue Judea. La existencia de Israel fue corta en el tiempo, en el 722 ane (antes de nuestra era) fue conquistado por los asirios, mientras que Judea sobrevivió pagando tributos. Más tarde, el Rey babilonio Nabucodonosor conquistó Jerusalem. Miles de judíos fueron deportados a Babilonia, la actual Irak. Fue allí, en Babilonia, donde se construyó, según todos los datos, la religión judía tal y como la conocemos hoy. Por otro lado, no deja de ser al menos curioso que, según Freud, los judíos adoptaron la veneración a Yahvé de la tribu árabe de los madianitas.

Sin embargo, el que el mito de Israel se haya hecho realidad responde a toda una serie de intereses que no son ni han sido los intereses de las masas judías oprimidas, explotadas y perseguidas. Como señala el egipcio Samir Amin: “El sionismo no hubiese podido ver el día sin el imperialismo. La idea de crear un estado europeo en las fronteras de Egipto, capaz simultáneamente de asegurar a Occidente el control del Canal de Suez y de arruinar toda esperanza en un renacimiento egipcio, condición de la unidad árabe, es una constante del proyecto imperialista para la región, definida antes incluso de la emergencia de la idea sionista”. Hay que decirlo bien claro: el Estado de Israel responde a un interés colonial occidental, antes de Gran Bretaña, hoy de los Estado Unidos, pero no a los intereses de los judíos oprimidos, víctimas también del imperialismo como sus hermanos árabes musulmanes.

El Israel de hoy es un Estado racista, que excluye al árabe musulmán e incluso al árabe judío, y estratificada según los orígenes nacionales, y por supuesto, según las clases sociales. Es un Estado teocrático, creado en exclusiva para los seguidores del judaísmo y basado en la religión judía en sus mitos y supersticiones; Simon Peres dijo en una ocasión: “la Biblia es el documento decisivo para determinar el destino de nuestra tierra”. En Occidente, Irán puede ser critica por ser un Estado teocrático, Israel, no.

Así, en este verano, de brutales agresiones sionistas a Palestina y Líbano, este libro nos puede enseñar a distinguir conceptos necesarios que día a día son manipulados por la prensa del imperialismo según sus intereses. Muchos de los que nos hemos manifestado en Andalucía (un país también mítico para los judíos), el Estado español o el mundo entero contra la agresión sionista y en solidaridad con los pueblos libanés y palestino hemos sido tachados de antisemitas, casi de nazis. Pero la realidad es testaruda y no se puede ocultar: mientras exista ese monstruo imperialista y colonial llamado Israel no habrá paz verdadera en Oriente Medio. Los que de verdad apostamos por la paz lo hemos de tener claro: ¡no al Estado de Israel racista y xenófobo punta de lanza del imperialismo norteamericano en Oriente Medio!, ¡sí a una Palestina laica, democrática y socialista donde convivan en paz y solidaridad judíos, musulmanes y cristianos!


Para conseguir el libro: http://www.elviejotopo.com/web/index.php