Nuestra lucha no se trata de una mera elección estrecha entre opciones electorales dentro del actual régimen, sino de apostar por formas de organización económica y espiritual, cualitativamente superiores a la civilización burguesa, donde se garantiza la emancipación del proletariado y la democracia real. Es la lucha popular por la conquista de la civilización socialista, partiendo del estudio científico de las bases materiales que lo posibilitan y con el objetivo último del comunismo.

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26 de noviembre de 2006

Un sistema mortífero que se rige por el principio del embudo


Oleg Borovskij
Pravda



Traducido del ruso para Rebelión por Josafat S. Comín

El año pasado en Rusia se produjeron 60 mil suicidios, 30 mil asesinatos, 40 mil fallecidos en accidentes, 36 mil envenenados por alcohol adulterado, 70 mil personas desaparecieron (todo esto son las cifras oficiales, las perdidas reales podrían superarlas en mucho). Esto significa, para que nos hagamos una idea, que una ciudad como Chejov, pongamos por caso, se hubiese suicidado, que todo Yubileinyi hubiese sido asesinado, que Dedovsk hubiese sufrido un accidente mortal, que toda Scherbinka desapareciese por culpa del alcohol y que Dolgoprudnyi estuviese en paradero desconocido.

Pero ¿y dónde está entonces la noble indignación de la opinión pública en relación con los frutos de las “reformas”? Nadie mueve un dedo, ni dice esta boca es mía. Nos hemos acostumbrado a su “magnanimidad”, a que Rusia se esté muriendo, feneciendo, a que desaparezca un millón de personas al año.

Recordemos como comparación, que en los años de la Primera guerra mundial los turcos, según distintas fuentes, acabaron con entre millón y medio y tres millones de armenios. Este genocidio entró en la historia como un episodio vergonzoso, y Turquía sigue teniendo problemas en la arena internacional por este tema.

En Rusia, durante la Guerra Civil, que se nos muestra ahora por los historiadores antisoviéticos como una salvaje carnicería, murieron alrededor de 5 millones de personas. El holocausto organizado por Hitler se llevó la vida de 6 millones de judíos, que siguen siendo llorados por la opinión pública mundial. Pol Pot en Camboya asesinó a 2 millones de compatriotas, por lo que fue maldecido por los siglos de los siglos por esa misma opinión pública.

La Rusia actual esta cumpliendo la “tasa de Pol Pot” en un par de años. Ya hemos superado varios holocaustos y guerras civiles devastadoras, solo que en tiempos de paz y en un país con ricas tierras productivas e inagotables almacenes en su subsuelo. Pero el holocausto ruso no es historia, continúa día a día. Y nadie de esa denominada “opinión pública” ha derramado ni una triste lágrima.

Más aún, siguen empeñados a través de la televisión y la prensa desvergonzada en tirarnos arena a los ojos, para hacernos ver que esto es normal, natural, que no hay que buscar culpables. Y muchos creen en esta mentira descarada. El horror de nuestra situación se agrava cuando muchos, por no decir la mayoría de los rusos, no se dan cuenta de lo que están haciendo con ellos, igual que a los gatitos recién nacidos, los ahogan en un cubo de agua, sin oponer la mínima resistencia a los que están matando al país y a su pueblo, a marchas forzadas.
Además, cuando es absolutamente evidente que han sido los dirigentes de este país, desde Gorbachov hasta Putin, los culpables de esta catástrofe en la que está sumida Rusia. Lógicamente ellos no se consideran a si mismos culpables. El espíritu de la mentira y la hipocresía es tan fuerte, que una parte considerable de la población participa en este horrendo espectáculo, respaldando el curso suicida del gobierno.

Ya hemos dejado atrás el otoño. Pronto llegarán los fríos. ¡El invierno ruso! En una Rusia con 5 millones de gentes sin hogar y 3 millones de niños viviendo en la calle. Cada invierno, solo en Moscú mueren de frío 800 indigentes. Cuantos mueren al año sigue siendo un misterio.
La pérdida no es perceptible: el gobierno con su política caníbal, se encarga de reemplazar rápidamente a los que abandonan este mundo, arrojando por la borda de la vida a nuevos desechos de la sociedad.
El sistema que han desarrollado funciona siguiendo el principio del embudo: hacia abajo, cuanto quieran, hacia arriba ni pensarlo.
No pretendo dramatizar. Todo lo que digo lo se de primera mano, puesto que yo mismo soy un parado, sin casa, un vagabundo. Prefiero callarme muchas cosas terribles y salvajes que se dan en nuestra existencia miserable, para no escandalizar al lector. Basta que se pasee por la superficie del problema.

Todo esto no interesa en absoluto a los defensores de los derechos humanos, como no interesaba a Politkovskaya (que en paz descanse), más afligida por los “hermanos silvestres” chechenos, que degollaban a la población rusa y enterraba a rehenes en fosas, cortándoles los dedos con el fin de acelerar el pago del rescate. Solo les interesa aquello que les de pie para arrojar un nuevo cubo de basura sobre su país, al que han puesto al borde de la desaparición, y sobre su pueblo, al que tanto odian.

Oleg Borovskij
Ciudadano ruso, sin lugar de residencia conocido.

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