Un 56 % de los entrevistados evalúan a Brezhnev en términos positivos, frente al 29 % que le ven con malos ojos. Le siguen el líder de la revolución bolchevique Vladímir Lenin (55 %/28 %), el dictador (sic) Iósif Stalin (50 %/38 %), el emperador Nicolás II (48 %/21 %), el arquitecto del “deshielo” Nikita Jruschov (45 %/35 %), el padre de la perestroika Mijaíl Gorbachov (21 %/66 %) y el primer presidente ruso Borís Yeltsin (22 %/64 %).
Al margen de la encuesta se quedaron dos gobernantes, Yuri Andrópov y Konstantín Chernenko, cuya permanencia en el poder fue demasiado breve para que la gente se formara una opinión clara al respecto.
El politólogo Serguéi Cherniajovski, citado por el diario Kommersant, considera que cada gobernante evoca determinadas asociaciones: “Stalin, las victorias, y Brezhnev, el bienestar”.
Un alto cargo de la asociación Memorial, Yan Rachinski, opina que el resultado acusa “una falta de reflexión y conocimientos históricos, la gente habla de mitos, no de figuras reales”.
En vida, Brezhnev generaba más chistes que simpatía pero su gobierno coincidió con el auge del socialismo soviético y de relativa prosperidad.
En el extremo opuesto están Mijaíl Gorbachov y Borís Yeltsin, con quienes la gente asocia únicamente derrotas y penurias económicas.

El subdirector del Centro Levada, Alexéi Grazhdankin, recordó que “la era de Gorbachov derivó en el colapso de la URSS que los rusos aún perciben como una de las catástrofes del siglo XX”. De la misma manera, la actitud hacia Yeltsin empeoró a raíz de las reformas liberales de 1992 que se tradujeron en una vertiginosa subida de los precios y el cierre masivo de empresas.

El historiador Valeri Solovéi piensa que el actual régimen gana con la comparación del caos de los 1990 con la estabilidad de la época de Putin. “Puede que Brezhnev le cayera mal a la gente pero recuerden lo que vino después”, dijo. RIAN

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